Los naranjos en ciertas épocas y bajo húmedas condiciones se vuelven tristes. Sus hojas se empiezan a arrugar, se encorvan sobro sí mismas, y la flor pierde brillo. Empieza la tristeza que puede acabar con la vida del naranjo.
En nuestra España democrática estamos empezando a presentar síntomas de tristeza. Escándalos de corrupción; escándalos dentro de instituciones con relevancia pública como el Palau de la Música; personajes que basan su riqueza en el tráfico de influencias; redes de corrupción; sobreprecios de las obras públicas y un largo y despreciable etcétera. Pocas Instituciones se salvan de la crítica íntima de los ciudadanos. Todos estos síntomas crean el ámbiente propicio para que aparezca la tristeza. La crisis economica es el desencandenante. Mes tras mes observamos como nuestras expectativas economicas empeoran. Las familias tienen ya a miembros directos, o conocidos en el paro. A muchos parados no les alcanza el subsidio. La tristeza arraiga en el alma de muchos españoles, y de muchos catalanes.
Pienso que ahora no es el momento de la tristeza. Es el momento de la reflexión y de la acción. Reflexión necesaria para exigir a nuestro Gobierno que se aplique las medidas de austeridad, que hasta ahora han brillado por su ausencia. Dicho esto no hay que dejarse invadir por la tristeza y menos por el desaliento o el enfado. Tampoco la inhibición o el pasotismo sirven para nada.
!Españoles y catalanes podemos reaccionar! El estado de cosas actual: crisis economica, crisis institucional y crisis moral o de valores puede servir para aprender la lección. Yo pido un optimismo forzado. Forzado, pero optimismo. Desde mi página y en latín !sursum corda! Arriba los corazones.
Antoni Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario.