Los sentimientos suelen tener razones pero no argumentos. Sin embargo, existe un argumento muy letal basado en el puro sentimiento: quiero o no quiero; me gusta o no me gusta. Esta parece ser la razón detrás de los referendos sobre la independencia de Cataluña. Cuando el veredicto es quiero la independencia hay pocos argumentos nacidos de la razón. Los que propugnan la independencia estudian cómo lograrlo; programan el logro; acuden a los medios para lograrlos. Secuestran a lo que llaman la “sociedad civil”. ¡Menudo timo eso de la sociedad civil!Parece que todos les otorgan las razones. Todo está a su favor: los partidos excepto PP y Ciutadans; los medios de comunicación, y “la sociedad civil” –entrre comillas- con Laporta brindando con Moet Chandon. También Millet en un rincón de caganer No hay campaña sólo se atiende una razón: queremos la independencia. ¿Todos? No. Muchos catalanes y españoles no la quieren. Muchos estamos en contra. No queremos. El sentimiento contrario vuelve a imponer sus razones. Los referéndums no se plantean con fair play. No es un debate de ideas. No interesa. Es mejor aplicar el narcótico. El nacionalismo actúa como el opio de pueblo. Es el inicio del pensamiento único. . Luego, los que estemos en contra seremos invitados a irnos. Nos echaran, aunque seamos de aquí.
Ambos sentimientos coinciden. Es un idéntico voluntarismo: la identidad –ese cansino y estéril debate. Rentable electoralmente. Es mejor soñar en la independencia que despertar en la realidad del paro. ¿Cuándo maduraremos como pueblo? No tardara. Los catalanes desencantados con la política están hartos de Ínsulas baratarias, y piden menos gastos inútiles, más honradez y menos vendernos la moto.
Antoni Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario.