Libertad, igualdad y fraternidad.

Ya conocemos de dónde viene el título. A pesar de estas tres bellas palabras la Revolución Francesa maltrató a la libertad, mancilló la igualdad y a la fraternidad  se la reconoció por su ausencia.  Sin embargo, el éxito fue enorme y estas palabras sobre todo las dos primeras fueron las que  encajaron el pensamiento y la acción política de los siglos posteriores. La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 supusieron un hito en la historia. Un antes y un después. Sin embargo,  de poco sirvieron en la práctica, salvo la utilidad del «estar ahí» y de crear unas corrientes de pensamiento que al final desembocaron ya en el siglo XX con las Declaraciones de Derechos.

La libertad  trajo primero a los fisiócratas, luego a los conservadores y tradicionalistas.  Hasta hoy. La igualdad creo a los socialistas y anarquistas del siglo XIX  luego a los comunistas.  La aplicación práctica de estos principios no fue precisamente afortunada. Con la libertad en la mano la Revolución Industrial machaco a los más débiles y generó una gran desigualdad. Con la igualdad como principio el comunismo de la URSS aniquiló la dignidad del ser humano y el nazismo condujo al ser humano al infierno del holocausto.

¿Qué está pasando? Según mi entender el problema entre estos dos principios, libertad e igualdad está en la ausencia del tercero: la fraternidad. La fraternidad es simplemente amor al otro. Si se aplica, la libertad no es abusiva y la igualdad es justa. Hace muchos años un tal Pablo de Tarso lo dijo alto y claro si bien utilizó una palabra parecida, caridad. Lo que dijo el tal Pablo es que la caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal,  no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad;  todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 

Ciertamente, en un mundo  donde Dios no se le consulta  es difícil de aprehender el mensaje pero quizás debería de intentarse.

Sobre el tal Pablo de Tarso te ofrezco una visión «aséptica» y algo distante pero válida pincha aquí.

Si quieres ver como ver el Ministerio de Asuntos Exteriores franceses ve las tres palabras pincha aquí.

«No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados.»  Adam Smith. La riqueza de las naciones.  Pincha aquí.

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