En 1992 y pasando unos días de descanso en Irlanda tuve una conversación con un catalán de abolengo afincado en Dublín. La conversación se centró en los Juegos Olímpicos. Me preguntó horrorizado como pagaríamos la ingente inversión. Añadió el egregio catalán que aún recordaba los sellos o estampitas que se hicieron para pagar la Seguir leyendo