En 1992 y pasando unos días de descanso en Irlanda tuve una conversación con un catalán de abolengo afincado en Dublín. La conversación se centró en los Juegos Olímpicos. Me preguntó horrorizado como pagaríamos la ingente inversión. Añadió el egregio catalán que aún recordaba los sellos o estampitas que se hicieron para pagar la Exposición Universal del año 29 en Barcelona. A base de pequeñas aportaciones se costeo durante muchos años un gran parte del magno evento. Yo le conteste que para los Juegos nos habíamos endeudado pero que lo de los sellos ya no se estilaba.
Esta anécdota me quedo en la memoría como ilustrativa de una forma de proceder de nuestros abuelos. Presupuestos escasos, apoyo ciudadano y entre todos se conseguía el objetivo. Así se hizo Cataluña. La «sociedad civil» no era otra cosa que el esfuerzo económico solidario de muchos catalanes como relata de forma novelada MENDOZA en «La ciudad de los prodigios» para «sacar» adelante proyectos importantes como las dos exposiciones Universales que tuvo Barcelona en 1888 y 1929.
La anécdota viene a colación de la situación de Grecia. Los griegos deben un montón de dinero y parece claro que ni quieren ni posiblemente puedan pagarlo. Ante el moroso dilema cabe un falso doble vía: a) pagar los Estados; b) pagar los particulares. Es falso porque al final quién pagan son los particulares, los ciudadanos. La situación Griega, como la de Portugal, Irlanda, España e Italia son idénticas: hemos gastado mucho más de lo que debíamos y el gasto los hemos financiado con deuda que ham comprado otros (los acreedores). Ahora pedimos árnica por que no podemos pagar. ¿Quién ha de pagar? Tanto da Estado o particulares. Es evidente que pagarán los ciudanos: directamente o vía impuestos. Por esto opino: la deuda la hemos de pagar los ciudadanos. Dígase claramente: !esta es la realidad, guste o no guste! Al menos seremos conscientes al votar a nuestros políticos pues sus decisiones no son gratis. Seremos conscientes del polideportivo, la biblioteca, en centro cultural que edificaron en nuestro pueblo sin pagar un euro el caballero de «a pie» no es gratis; que cuando nos atiende de urgencias un buen médico de la Seguridad Social en domingo eso no es gratis; que los meidcamentos que nos «regalan» no son gratis.
Hemos creado una mentalidad de derechos y del gratis total absolutamente falsa. Los «derechos» nos cuestan a todos un montón de dinero. Por esto creo que hemos de pagar nuestros servicios en parte para tener consciencia de que «el gratis total» no existe.
Me declaro políticamente indignado e inconformista y solicito el copago ciudadano como medida de sensibilización ante el desastre del «gratis total».
Antoni Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario.