La “noche oscura” de la Madre Teresa de Calcuta
Fecha: 30 Agosto 2007
¿Se puede ser santa y sufrir dudas de fe y ausencia de Dios? Este fenómeno es conocido en la mística cristiana, y fue San Juan de la Cruz quien lo llamó “noche oscura”, una etapa en el camino de algunos santos hacia la identificación con Dios. Pero cuando se trata de la Madre Teresa de Calcuta, icono de la santidad en el siglo XX, su sufrimiento interior contrasta más con su figura mediática.
La realidad es que la Madre Teresa de Calcuta sufrió durante décadas y hasta su muerte una honda aridez espiritual, que puso a prueba su fe. Así se pone de manifiesto en una colección de sus cartas recogidas en el libro Mother Teresa: Come Be My Light, que ha sido preparado por el Padre Brian Kolodiejchuk, postulador de su causa de canonización. El libro se publica a principios de septiembre, a los diez años de la muerte de la religiosa. Recoge unas cuarenta cartas dirigidas a unos pocos consejeros espirituales, a los que abre su alma.
La crisis espiritual de la Madre Teresa comenzó en los años 50, poco tiempo después de la fundación de la orden de las Misioneras de la Caridad. Desde entonces –ha declarado al diario La Stampa el P. Kolodiejchuk–, “ha vivido una larga fase de oscuridad interior que se ha prolongado hasta su muerte”. “Se sentía unida a Dios, pero no lograba sentir nada”.
Anhelo y ausencia de Dios
En una de sus cartas, la Madre Teresa escribe: “Señor, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Yo era la hija de tu Amor, convertida ahora en la más odiada, la que Tú has rechazado, que has echado fuera como no querida y no amada. ¿Dónde está mi fe?”. El Padre Neuner, al que se confiaba, la ayudó a comprender que esa oscuridad y vacilación representaban la base espiritual del trabajo que Dios le había confiado. La Madre Teresa aceptó que esa dolorosa experiencia la identificaba con el abandono que sufrió Cristo en la cruz, y también con el abandono que sufren a diario los pobres. De hecho, a pesar del vacío interior, siguió creyendo en el Señor y haciendo el bien.
En otra de sus cartas explica: “Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo… El cielo no significa nada para mí: ¡me parece un lugar vacío!”.
Comentando la publicación de estas cartas, el Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ha declarado a Radio Vaticano: “este sufrimiento lacerante, provocado por el vacío de Dios, es el signo de que se trata de un fenómeno positivo. Se trata de una presencia-ausencia: Dios está presente pero no es experimentado. El que la Madre Teresa pudiera pasar horas ante el Santísimo, como dicen los testigos que la vieron, casi extasiada… y el que lo hiciera en estas condiciones demuestra que es un martirio”.
¿Se puede ser santa y sufrir dudas de fe y ausencia de Dios? Este fenómeno es conocido en la mística cristiana, fue San Juan de la Cruz quien lo llamó “noche oscura”, una etapa en el camino de algunos santos hacia la identificación con Dios. Pero cuando se trata de la Madre Teresa de Calcuta, icono de la santidad en el siglo XX, su sufrimiento interior contrasta más con su figura mediática.
La realidad es que la Madre Teresa de Calcuta sufrió durante décadas y hasta su muerte una honda aridez espiritual, que puso a prueba su fe. Así se pone de manifiesto en una colección de sus cartas recogidas en el libro Mother Teresa: Come Be My Light, que ha sido preparado por el Padre Brian Kolodiejchuk, postulador de su causa de canonización. El libro se publicó a los diez años de la muerte de la religiosa. Recoge unas cuarenta cartas dirigidas a unos pocos consejeros espirituales, a los que abre su alma.
La crisis espiritual de la Madre Teresa comenzó en los años 50, poco tiempo después de la fundación de la orden de las Misioneras de la Caridad. Desde entonces –ha declarado al diario La Stampa el P. Kolodiejchuk–, “ha vivido una larga fase de oscuridad interior que se ha prolongado hasta su muerte”. “Se sentía unida a Dios, pero no lograba sentir nada”.
En una de sus cartas, la Madre Teresa escribe: “Señor, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Yo era la hija de tu Amor, convertida ahora en la más odiada, la que Tú has rechazado, que has echado fuera como no querida y no amada. ¿Dónde está mi fe?”. El Padre Neuner, al que se confiaba, la ayudó a comprender que esa oscuridad y vacilación representaban la base espiritual del trabajo que Dios le había confiado. La Madre Teresa aceptó que esa dolorosa experiencia la identificaba con el abandono que sufrió Cristo en la cruz, y también con el abandono que sufren a diario los pobres. De hecho, a pesar del vacío interior, siguió creyendo en el Señor y haciendo el bien.
En otra de sus cartas explica: “Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo… El cielo no significa nada para mí: ¡me parece un lugar vacío!”.
Las paradojas son frecuentes en nuestro mundo y esta parece ser una. No lo es. La madre Teresa de su «noche oscura» saco fuerzas de flaqueza para hacer el bien y la Iglesia así lo ha reconocido con su canonización.
Antoni Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario.