En Cataluña y desde 1978 la cruz ha marcado el tiempo político. La primera aspa, la tradicional derecha e izquierda. La segunda, centro – periferia; España – Cataluña; los de aquí y los de fuera. La dinámica del crucifijo ha sido utilizada por el PSC utilizando su «doble» alma: ser de izquierdas y catalanista. El tripartito y la mala gestión de la crisis acabó con la doble alma y -si no lo arreglan- acabara con el PSC.
En cambio en la derecha todo consistía en estigmatizar al PP. Se nos ha insultado, denostado, pintado, pitado, cacerolado, ignorado y señalado con el dedo. El resultado ha significado que ha surgido un partido radical -ultra- que ha ido ocupando el lugar que el PP dejaba por la presión nacionalista en la Cataluña interior. Ahora el nacionalismo ve como ha creado un monstruo y empieza a ver al PP como un partido «democrático». Lo pongo entre comillas porque en estas elecciones municipales el PP ha sido invitado a sentarse en la mesa de los «demócratas» (tambien entre comillas). Se ha lanzado al infierno a los de plataforma y el PP ha sido elevado a los altares: «ya es» democrático. Ahora nos podemos sentar en la mesa catalana siempre que no gritemos muchos y votemos a favor… Los votos del PP son -simplemente- necesarios para «ciertos» menesteres políticos (perdonen el abuso de las comillas).
Como catalán y dirigente del PP me quejo del trato que se nos ha dado en Cataluña. No es justo que simplemente por defender opiniones distintas fueramos lanzados a la tiniebla exterior. Por esto título el post: actitudes políticas. Ciertas actitudes políticas como las descritas son legítimas pero yo me alegro de que los ciudadanos de Cataluña descubran que tras un «amor» a Cataluña existe un deseo destructor de los que no están de acuerdo con los que manejan el pesebre. Cataluña es de los catalanes sin intermediarios y por ello votamos, por cierto, bastantes veces.
Antoni Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario.