La venganza en plato frío

Zapatero y Cebrián, en imagen de archivo
Zapatero y Cebrián, en imagen de archivo

Lunes 18 de julio. Durísimo editorial de El País contra José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que ha intentado gobernar España durante los últimos siete años. En día de evocaciones insurreccionales, el periódico que ha aglutinado la opinión de la izquierda española desde la Transición, da definitivamente su espalda al presidente en funciones. Copio algún retazo: «El sendero hacia la nada por el que se precipitaron con anterioridad Grecia, Irlanda y Portugal viene siendo recorrido a trompicones por España (…). Más allá de la impotencia de Europa para solventar sus problemas, la pérdida de confianza en la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero parece irreversible y el creciente escepticismo sobre la gobernabilidad española en las circunstancias actuales amenaza con acrecentar nuestros males. (…) Hace ya mucho tiempo que las respuestas del presidente del Gobierno a los desafíos a los que se enfrenta España apenas merecen crédito alguno por parte de los ciudadanos».

Esto es, amigos, un editorial de El País, no un comentario de un líder del Partido Popular o una opinión vertida en un periódico de renombre conservador. El editorialista acaba su espacio gastando una última munición: el presidente debe convocar elecciones cuanto antes. Finales de noviembre -dice- sería demasiado tarde. Pero el buque insignia de la izquierda intelectual española no se contenta con este torpedeo editorial. Tres páginas más adelante cede sus páginas al antiguo director del diario, Juan Luis Cebrián, hoy consejero delegado de Prisa. Cebrián remata el bapuleo: «José Luis Rodríguez Zapatero debe de una vez por todas abandonar su patológico optimismo y renunciar al juego de las adivinanzas. (…) Su deber moral es anunciar cuanto antes un calendario creíble para el proceso electoral». Prisa dixit.

Esta estocada al actual Presidente suscita diversas preguntas. En primer lugar, ¿ha consentido Rubalcaba el patadón a su antiguo superior y compañero en el ejecutivo? ¿Han pasado los dos políticos de pasear su amistad a declararse la guerra abierta? Son conocidas la sintonía y las conexiones entre Rubalcaba y el entorno de Prisa. Desde Ferraz niegan esta hipótesis voces diversas. Algunos medios descubren, más bien, a Felipe González entre las bambalinas del jaque mediático. Desconocemos la génesis de esta maniobra. Preferimos, por tanto, constatar nuestra perplejidad, y dejar las preguntas abiertas.

Hay que recordar, sin embargo, que algunos dirigentes de Prisa no habrán tenido especial dolor a la hora de asestar este golpe al presidente en retirada. Le tenían ganas. Hace ya unos cuantos años, Zapatero renunició a depender de Prisa y a seguir dócilmente sus sugerencias. Se cuenta de alguna reunión en que el entonces mirlo blanco del socialismo español se mostró poco dúctil con los directivos de Prisa. La actitud de Bambi no gustó en el puente de mando del holding mediático. Las tensiones se recrudecieron cuando el Presidente bendijo la aparición del periódico zapaterista por excelencia –Público– y cuando el grupo de Roures se codeó agresivamente con Prisa por los derechos del fútbol. A Prisa le adelantaban por la izquierda en lo político y le dejaban fuera de juego en lo deportivo. El grupo perdía el dominio de la principal pasión de este país: el fútbol. Todo, en un momento en que el grupo pasaba apuros económicos. Hay cosas que no se olvidan…

Ahora, con un Presidente débil y un Partido Socialista que vuelve a las riendas de la vieja guardia -aquella guardia que El País se encargó de velar y de tutelar-, el periódico se desquita. Le niega a Zapatero la confianza: la suya y la de los españoles. Provoca un movimiento sísmico en el socialismo. Se venga de quien se atrevió a limitar su hegemonía. Intenta recuperar la iniciativa en el debate ideológico de la izquierda. Y de paso, nos deja intrigados sobre los movimientos que, tras el escenario, se están produciendo en el partido que José Luis Rodríguez Zapatero ha llevado al desoncierto y a una «insportable levedad», como gustaría decir a Juan Luis Cebrián.

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