Apañarnos

Un hombre rico invitó al sabio Nasrudín a una partida de caza, pero le dio por montura un caballo muy lento. El mulá no dijo nada, si bien los demás se distanciaron de él muy pronto y los perdió de vista. Al poco comenzó a llover intensamente. No había refugio en esa zona y todos los cazadores terminaron empapados.

Sin embargo, en cuanto empezó a llover Nasrudín se quitó toda la ropa, la dobló y se sentó encima de ella. Cuando cesó la lluvia se vistió nuevamente y regresó a la casa de su anfitrión para almorzar.

Nadie podía comprender que el sabio estuviera seco. A pesar de sus veloces caballos, nadie había conseguido hallar refugio en la llanura.

Le interrogaron y Nasrudín aclaró:

—Fue el caballo que me dieron.

Al día siguiente le ofrecieron un caballo rápido y el anfitrión se reservó el más lento. Llovió nuevamente. Mientras regresaba a su casa a paso de tortuga el rico se mojó más que nunca.

Nasrudín, por su lado, repitió la operación de la jornada anterior y regresó seco.

—¡Usted es el culpable! —gritó el anfitrión—. ¡Me hizo montar ese maldito caballo!

—O quizá —dijo el mulá— usted no puso nada de su parte para resolver el problema.

Santandreu, Rafael. Nada es tan terrible (Spanish Edition) (pp. 24-25). Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.

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