La historia, en su vaivén cíclico, a menudo nos presenta figuras que, al principio, son menospreciadas por el establishment, pero que con el tiempo ven su legado revalorizado. Ronald Reagan, un actor de cine sin aparente pedigrí político, fue en su momento criticado y tildado de «inculto» y «vaquero», un hombre sin un equipo sólido. Sin embargo, los logros que se le atribuyen hoy son inmensos. El más destacado, el colapso de la URSS, un sistema marxista y comunista que reprimía a su población, a sus científicos como Sájarov y a sus pensadores como Solzhenitsyn. Reagan encarnó unos valores que, en su momento, fueron controvertidos, pero que hoy muchos ven como cruciales para el fin del Telón de Acero y el avance de la libertad.
Hoy, la Administración de Donald Trump parece seguir una trayectoria similar. Más allá de su estilo, a menudo tildado de brusco o errático —lo que algunos podrían llamar «mercadotecnia»—, la realidad es que Trump está cumpliendo punto por punto el programa que prometió a sus votantes. Y lo está haciendo con una rapidez que da vértigo.
En sus primeros 100 días, la puesta en marcha de la política de «America First» ha sido contundente. Dijo que habría aranceles, y ha habido aranceles. Esta medida, diseñada para proteger la industria estadounidense, ha forzado a otros actores globales, como la Unión Europea, a reajustar sus estrategias comerciales. Esta reindustrialización del país, junto con el control de la inflación y la defensa de la hegemonía del dólar, son piezas clave en la visión de Trump de una economía estadounidense próspera.
Un aspecto central y lógico de su agenda, aunque a menudo pasado por alto, es la protección de la propiedad intelectual. Para Trump, no es ilógico defender la innovación de sus empresas y luchar contra aquellos que la roban, la copian o la espían, una medida esencial para mantener la competitividad y los activos del país.
Además de la economía, la diplomacia de Trump ha sido notablemente activa, logrando acuerdos de paz significativos en un corto período. Ha mediado en un acuerdo de paz entre el Congo y Ruanda, ha trabajado en una solución similar para Azerbaiyán y Armenia y ha buscado la mediación entre Irán e Israel. Estos son logros concretos y tangibles en materia de política exterior.
Finalmente, es lógico que Trump esté poniendo en práctica valores claramente conservadores en temas como la naturaleza humana y el orden social, ya que también esto lo anunció en su campaña. Por lo tanto, no podemos ser frívolos en nuestro análisis. Aunque su modo de hacer no sea el habitual, parece afrontar con valentía los retos que tiene Estados Unidos. Su aparente flexibilidad, como se ha visto en su postura sobre Ucrania, sugiere que se ajusta a la realidad. Debemos dar tiempo a esta administración, que sin duda traerá muchas sorpresas. Un Estados Unidos próspero no es una mala noticia; es una noticia magnífica para el resto del mundo. Un motor económico global que funciona bien es algo deseable para todos.
Antonio Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario. Especialista en herencias, conciliación notarial, servicios notariales del área inmobiliaria y área internacional.