Desde la Antigüedad clásica, la relación entre fe y razón ha sido un debate constante en la filosofía y la teología. Sin embargo, en el siglo XXI, este binomio se ha transformado en un trinomio o una trilogía: Fe, Razón y Ciencia. Lejos de ser enemigos irreconciliables, estos tres pilares del conocimiento humano se encuentran hoy en un diálogo más necesario que nunca.
El Diálogo Subjetivo: Creencia, Racionalidad y Empirismo
Cada uno de estos ámbitos encuentra su expresión en un tipo de persona. El creyente, el racionalista y el científico abordan la realidad desde perspectivas distintas. El creyente, en su caso el cristiano, no renuncia a la razón, pero la fe le proporciona una serie de datos que se extienden más allá de lo que la lógica o la evidencia empírica pueden confirmar. Estos datos forman parte de una realidad sobrenatural, de un misterio que ha sido revelado.
Precisamente, este fue el gran tema de Benedicto XVI, el Papa emérito que, como teólogo y pensador, insistió en el diálogo entre la fe y la razón. La famosa conferencia de Ratisbona de 2006, así como sus encuentros con el filósofo Jürgen Habermas, buscaban reinstaurar la conexión entre la fe cristiana y la racionalidad occidental, alejándose de una razón que se limita a lo puramente empírico y que excluye la dimensión metafísica.
La Ciencia Llama a la Puerta de la Fe
Con la llegada del siglo XXI, un nuevo actor ha entrado en la discusión. El científico, a través de sus descubrimientos, ha comenzado a validar hipótesis que en el pasado eran consideradas meras especulaciones. Hoy en día, la teoría del Big Bang, propuesta por el sacerdote y físico Georges Lemaître, es la teoría más aceptada sobre el origen del universo. Es una paradoja que una teoría que encaja tan bien con la idea de un inicio cósmico haya sido lanzada por un católico.
Es crucial notar una anécdota histórica: el propio nombre de «Big Bang» fue acuñado de forma despectiva. Fue el influyente astrónomo británico Fred Hoyle, un gran detractor de la teoría del universo en expansión, quien usó el término durante una entrevista en la BBC en 1949 para burlarse de la idea de un universo con un inicio. Hoyle defendía el modelo del universo estacionario, que postulaba que el cosmos era eterno y no tenía principio ni fin. Sin embargo, la acumulación de evidencia empírica a lo largo de las décadas (radiación de fondo de microondas, por ejemplo) acabó por darle la razón a Lemaître.
Uno de los científicos más importantes que ha ratificado esta validación es Francis Collins, reconocido como el padre del genoma humano. En su libro «The Language of God», Collins explica cómo la teoría del Big Bang no solo es compatible con la existencia de un creador, sino que la propia ciencia apunta a la necesidad de un punto de origen. Collins critica fuertemente el diseño inteligente por ser una hipótesis no validada y que recurre a la «ciencia de los huecos» para explicar aquello que la ciencia no ha logrado.
El Encuentro de Fe y Ciencia
El razonamiento de la ciencia actual nos conduce a una conclusión parecida a la que ya llegó Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII con sus cinco vías. Como vimos, él demostró que era lógicamente necesario un Primer Motor, una Primera Causa y un Ser Necesario para explicar la existencia del universo, sin necesidad de la revelación.
Hoy, las encuestas más recientes reflejan un cambio de tendencia entre los científicos. Mientras que hace unos años las cifras eran más conservadoras, estudios como los del Pew Research Center (2024) muestran que existe una porción significativa de científicos que, si bien pueden no ser «religiosos», sí creen en una fuerza o espíritu universal. A medida que la ciencia avanza, muchos científicos encuentran una renovada apertura a lo que la fe y la espiritualidad tienen que decir sobre la existencia de un «más allá».
Finalmente, queda abordar el papel de la fe como virtud teologal. Esta nos transporta a una realidad histórica, la Biblia, de la que surge la Iglesia, que durante más de 2000 años ha mantenido el mensaje de la existencia de Dios como creador, la revelación a través de su hijo Jesucristo, y la redención del hombre a través de su muerte y resurrección. Esta revelación de los misterios de Dios nos ofrece una nueva perspectiva, una nueva visión de la realidad. Ciertamente, está basada en la Fe y tiene un sesgo sobrenatural, pero no por ello es rechazable por la razón. La teología lleva dos milenios luchando por razonar esta fe, y como hemos visto en el caso de las cinco vías de Santo Tomás, a veces se necesitan ocho siglos para que la ciencia le dé la razón a la filosofía. La fe, en definitiva, eleva la razón a una nueva dimensión, no para contradecirla, sino para completarla.

Antonio Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario. Especialista en herencias, conciliación notarial, servicios notariales del área inmobiliaria y área internacional.