El mundo de hoy parece estar más polarizado que nunca. Las opiniones se radicalizan, las líneas se endurecen y el diálogo parece casi imposible. Nos bombardean con la idea de que estamos viviendo una era de división sin precedentes. Pero, ¿es esta polarización realmente un fenómeno nuevo o es simplemente más visible y ruidosa que nunca?
Si miramos la historia, las sociedades siempre han estado divididas. Las luchas de poder y las diferencias ideológicas no son una invención del siglo XXI. Desde la rivalidad entre atenienses y espartanos hasta las tensiones internas de la República Romana, pasando por las guerras de religión o las profundas divisiones de la Guerra Fría, que casi nos llevan a un conflicto nuclear con la crisis de los misiles de Cuba en 1962, la polarización ha sido una constante histórica.
Como sugiere el pensador Steven Pinker, quizás la percepción de un mundo más caótico es una «ilusión óptica» de los medios de comunicación y las redes sociales. Lo que ha cambiado no es la existencia de las diferencias, sino el altavoz que tienen.
La verdadera novedad: la fragmentación de la información
El verdadero punto de inflexión es la llegada de Internet y sus secuelas. Antes, la información estaba en manos de unos pocos. Los medios de comunicación convencionales (prensa, radio y televisión) tenían el monopolio sobre lo que se publicaba, lo que se silenciaba y cómo se presentaban las noticias. Esto creaba una «realidad» compartida, una base de información común, aunque a menudo sesgada. Hoy la información y los contenidos se ha fragmentado y cada vez menos hay menos “acervo” común.
La irrupción de Internet y las redes sociales ha roto por completo el viejo modelo. La información ahora viaja a una velocidad asombrosa, y cualquier persona con acceso a un dispositivo puede convertirse en un emisor de noticias. Esto ha generado una enorme diferencia en cómo consumimos la información. Los medios tradicionales, con sus redacciones, siguen decidiendo qué publicar y qué ocultar. En cambio, en plataformas como YouTube, cualquiera puede tener un canal y dar su punto de vista, transformando la forma en que nos informamos. Todos publican de todo, y todo acaba saliendo a la luz de la red.
Esto se alinea con las ideas de Eli Pariser, quien en su libro «The Filter Bubble« advirtió cómo los algoritmos de las redes sociales nos aíslan. Estos sistemas están diseñados para mostrarnos solo aquello que confirma nuestras propias creencias, creando «burbujas de filtro» donde no estamos expuestos a opiniones diferentes. Para los jóvenes, en particular, las redes sociales se han convertido en su principal fuente de noticias, lo que acentúa esta tendencia a buscar la información que ya les «quiere». Ahí hay un germen de polarizarse y un riesgo que debería evitarse.
La democratización de la manipulación
La manipulación de la información no es nueva; ha existido siempre. Los gobiernos, las agencias de espionaje, y los grupos de poder siempre han intentado controlar el relato. Pero aquí reside la mayor diferencia que trajo consigo la era digital: la manipulación se ha democratizado.
Ya no son solo los grandes actores los que tienen esa capacidad. en mi opinión, hoy manipula quien puede salir en la red. Un solo individuo con un canal de YouTube puede difundir una narrativa y conseguir miles o millones de seguidores. Esto ha pulverizado la «opinión común» que existía antes. Ahora, hay miles de opiniones, algunas de ellas extremas, que se notan y resuenan con fuerza.
Esta fragmentación de la información común ha sido analizada por autores como Jordan Peterson, quien, además de ser un ejemplo de esta nueva forma de influencia, critica las grandes narrativas colectivas y subraya la importancia de que cada individuo construya su propio orden. De una manera u otra, esta multitud de voces es el resultado de la pérdida de un relato único y central.
El mundo se ha encogido
La polarización que sentimos no es tanto un aumento de las diferencias, sino un aumento de la transparencia y la visibilidad de esas diferencias. El mundo se ha achicado, y ahora, con un clic, podemos escuchar directamente a figuras como Donald Trump, a un activista iraní o a un disidente venezolano. Ya no dependemos de que un puñado de periódicos decidan qué es noticia. Podemos contrastar la información en múltiples sitios y formarnos nuestra propia opinión, por muy sesgada que sea nuestra fuente.
Esta es la realidad. Hay una inmensa cantidad de información con una multitud de puntos de vista distintos, algunos de ellos extremos, que antes simplemente no se oían. La polarización no es mayor, sino que su ruido se ha amplificado hasta un volumen ensordecedor, creando la ilusión de que el mundo está más dividido que nunca.

Antonio Bosch Carrera. Notario de Barcelona y profesor universitario. Especialista en herencias, conciliación notarial, servicios notariales del área inmobiliaria y área internacional.
A este respecto, recomiendo “Infocracia”, último libro de Buy Chul-Han. No comparto cuanto dice, entre otras cosas. Pero creo que ayuda a pensar en cuanto Antonio se refiere.
Creo, asimismo, que habrá que pensar en el segundo escenario: en qué lugar quedará el contenido ruidoso de las redes sociales ante la IA: ante la voz, neutra y profunda, del chat.
Flauvert lamentaba el sufragio universal convertido en un nuevo Dios. ¿Será sustituido, en todo o en parte, por el oculto oráculo al que llamamos “chat”: voz de la verdad -porque lo que diga será la verdad- inefable, evidencia invisible, omnipresente y oculto? ¿Acaso no será culpable (pecador) quien no atienda su voz?